22 de septiembre de 2010

El mejor guitarrsita del mundo


La verdad es que no entiendo mucho de guitarristas, simplemente distingo entre algo que me gusta y algo que no. (Cosa que no tiene  mucha ciencia). Hace unos días me encontraba leyendo éste artículo, en el cual hacen una lista de los cinco mejores guitarristas y... ¡zas! Satriani no estaba. La verdad es que una no espera encontrarse en este tipo de listas a guitarristas de blues como Rory Gallagher, ¿pero que no incluyan a Joe Satriani? ¿Saaaa-triiiii-aaaa-niiiii? pues no, una no espera eso. Ni si quiera puedo entender porqué no está ahí Tom Morello, pero bueno, con la indignación de Satriani ya tengo bastante (y eso que tampoco soy tan fan de él). En fin, lo que quería deciros es que al mejor guitarrista del mundo, queridos míos, no lo conoce ni dios, es de Australia y se parece a Gandalf, así que el mundo de las listas seguirá siendo muy injusto. El mejor guitarrista del mundo se llama Mike, su apellido no lo recuerdo. Verán, Mike, de unos cincuenta y pocos años, había llegado a Lanzarote hacía un par de meses, hacía ya un tiempo que no tenía trabajo en Australia, tampoco tenía trabajo en la isla, vamos, que se dedicaba a vivir la vida, a improvisar los dias. Ésta historia es, cuanto menos, bastante curiosa.

Recuerdo que estaba yo tan tranquilamente hablando de guitarristas, precisamente de la lista de la discordia, con un gran amigo mío. Estabámos sentados en la terraza de un bar, una canción, me parece que era de los Beach Boys, ejercía de banda sonora de la tarde. Que si Steve Vai tal, que si Paul Gilbert aquello... Hasta que de pronto, una voz ronca y profunda nos interrumpió. Al instante dejamos de hablar, miramos con una mezcla de asombro, recelo y espectación a aquel hombre que parecía una mezcla entre Tommy Lee, Lemmy Kilmister y Gandalf. Siempre me han encantado estos tipos. Los de barba y melena, los que han vivido mas vidas que dos gatos juntos. Definitivamente éste tal Mike, parecía uno de ellos. Un rockero de la vieja escuela aquí, en mi pueblo, pensé prejuzgándolo e imaginándome su vida en tres segundos. Luego, le sonreí, y continuó hablando. En su discurso inicial nos dijo que si en una lista no incluian a Satriani como uno de los mejores guitarristas del mundo, el que se haya encargado de hacerla, no tenía ni pajorera idea. A su juicio, Satriani era uno de los guitarristas mas completos del panorama actual. Luego, se presentó, acercó su silla a nuestra mesa y continuó hablando. Una hora y media se pasó hablando el tío en un spanglish bastante entendible. Una hora y media en la cual hasta hablamos de Bruce Springsteen, Rory Gallagher, Johnny Cash (lo traje un poco hacia mi terreno), y Jimmi Hendrix, pasando por Keith Richards y Jimmy Page. Vamos, un repaso al rock n roll en toda regla. Creo que ha sido la mejor hora y media de mi vida que he pasado hablando de música.

Entre las pocas cosas que nos contó de su vida, dejó caer que había estado tocando como músico de sesión en su tierra natal y en varios países de Europa también. Era guitarrista, pero el bajo tampoco lo tocaba tan mal, nos dijo textualmente. A priori, una joyita de hombre. Después de contarle mis pequeños coqueteos con la música y mi fugaz incursión en el mundo de las bandas de rock, no sé como, acabé optando por dejarle a Mike mi querida Takamine, le iba a dejar la otra guitarra, la menos buena, pero ¿qué le podía hacer ese hombre a una bonita y negra Takamine? ¿tocarla mejor que yo? Así fue como corrí rauda y veloz hacia mi casa a por la guitarra y una púa del 0.7. Inmediatamente Mike cogió mi guitarra y se puso a tocar, improvisar lo llamaba él. Yo no sé si lo que estaba tocando lo estaba improvisando al momento, lo cierto es que parecía que sus dedos sabían el traste y la cuerda exacta que tenían que pulsar para que mis oidos fueran a parar al cielo. No tengo ni idea de tecnicismos, pero para que alguien sea capaz de hacer sonar una acustica (y sin amplificador), haciendo slides, bendings y hasta sweep pickings, con un sonido tan claro y bueno, muy malo no ha de ser... Cuando acabó de deleitar a medio bar (ya no éramos nosotros solos los espectadores), se puso en pie, me dio las gracias por haberle dejado la guitarra, se terminó de un trago la bebida y se fue... Así, tan tranquilamente. No miró hacia atrás, se perdió en el horizonte, y yo, me quedé pegada a mi asiento con la takamine entre las manos incapaz de moverme.

Y así fue cómo conocí al mejor guitarrista del mundo. Mike, estés donde estés, gracias por tu masterclass.

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